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Las Leyes de la Gestalt

La magia de la Gestalt… En este video se pueden ver las distintas leyes que la componen (cierre, uniformidad, similaridad, etc.) con muchos ejemplos destacados.

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La Pedagogía del Caos

Extraído de la web oficial de la doctora Esther Díaz

El primer principio de la termodinámica postula que la energía total del universo se mantiene constante, no se crea ni se destruye, se transforma. Pero el segundo principio estipula que si bien la energía se mantiene constante, está afectada de entropía. Es decir, tiende a la degradación, a la incomunicación, al desorden. La enunciación del principio de entropía conmocionó a una ciencia que tenía como uno de sus principales bastiones la capacidad de predecir de manera determinista. Y, tan pronto como se conoció la tendencia al caos, se pensó en la autoaniquilación del universo. No obstante, existen posturas científico-epistemológicas optimistas, porque el caos no implica necesariamente la destrucción definitiva del sistema  afectado. Del caos puede también surgir el orden. Mejor dicho, un nuevo orden.

Ilia Prigogine, Premio Nobel de Química 1977, considera que se pueden esperar nuevos equilibrios surgidos de situaciones críticas, caóticas o que tienden a la incomunicación. Prigogine llega a esta conclusión a partir de sus estudios sobre estructuras disipativas. Se trata de sistemas altamente desordenados en los cuales la conducta imprevisible de un elemento del conjunto puede conducir a una reestructuración armónica. Estos sistemas de reintegración de fuerzas han sido estudiados, entre otras disciplinas,  en la física, la química, la informática, la biología y las ciencias sociales.

Pensemos una situación de crisis como la que se vivía en la decadencia del Imperio Romano. En medio de terribles fluctuaciones sociales comenzó a cobrar volumen una de las tantas sectas orientales que circulaban por el Imperio. Entre las escuálidas ruinas de un mundo que se derrumbaba surgieron tímidos brotes de subjetividades renovadas. La secta cristiana, una más de las tantas que pululaban entonces, se propagó de manera subterránea. No obstante, para la caída del Imperio, los cristianos contaban con una organización que les permitió constituirse en una fuerza de magnitud insospechada. Lo que se inició como dispersión, logró imponerse a las inveteradas costumbres romanas. Estamos frente a un caso de legalidad surgida de células sociales aparentemente incomunicadas entre sí.

Las estructuras disipativas abren una posibilidades de nuevas lecturas sobre la pedagogía. Pues, cambiando lo que hay que cambiar, también en los procesos educativos se producen situaciones que amenazan con ser caóticas. Pero que contienen entre sus propios elementos las condiciones de posibilidad para un cambio positivo. Ovbiamente, que una propuesta de este tipo implica un cambio de perspectiva respecto de la manera tradicional de pensar la educación. Pero tal vez también en esto convendría escuchar a Prigogine. Quien asegura que si revirtió los conceptos clásicos de la ciencia, no fue porque se lo haya propuesto a priori, sino porque estudiando el devenir de diferentes procesos, llegó a la conclusión que no siempre los procesos irreversibles conducen a un camino sin salida; que no se puedan revertir no necesariamente implica que se agoten. Pueden surgir nuevas posibilidades. O, dicho de otra manera, nuevas oportunidades.

En otras épocas se sostenía que la pedagogía debía conducir a la perfección del ser humano. En plena época tecnológica y digital, esos valores evidentemente están siendo descartados. Hoy el ideal del “hombre ilustrado” le está dejando su lugar al ideal de la capacidad de aprender. Antes el conocimiento se acumulaba, ahora se descarta. Mejor dicho, se aprenden cosas que en poco tiempo dejan de tener vigencia. Por ejemplo, los programas de computación que “envejecen” tan pronto como se los comienzan a manejar con cierta soltura. Se trata entonces de estar abiertos a nuevas capacidades e informaciones, más que a la adquisición definitiva de los conocimientos.

 El paradigma del mundo como un gran texto que debe ser leído de manera lineal, siguiendo una cadena de causas y efectos, se desvanece en favor de la realidad como un hipertexto con varias entradas. Actualmente, el mundo de los argumentos debe compartir espacios con  las imágenes. La pantalla convive con el libro; la escritura con el mundo de las imágenes; y la concisa realidad cotidiana con la sugerente realidad virtual. Es verdad que la actual intoxicación de información trae aparejados varios incovenientes, pero no deja de aportar sus ventajas. Es un inconveniente, por ejemplo, la “desaparición del tiempo”. La mayoría de los contemporáneos activos nos quejamos por la falta de tiempo. La simultaneidad informática y mediática nos obliga a reacciones instantáneas y nos aleja de la reflexión. Además, la desaparición de las distancias y el surgimiento de comunicaciones compulsivas nos incitan a integrarnos a diferentes redes informáticas (E-mail, Internet, fax, sumados a las comunicaciones ya tradicionales como el correo, el telégrafo y el teléfono). 

 Las formas humanísticas de la meditación y la crítica han entrado en crisis. Pero la crisis no necesariamente desemboca en caminos sin salida. Nos estamos enfrentando con desafíos pedagógicos  desconocidos hasta el presente. Indignarse por lo que una época histórica dejó detrás puede ser legítimo. Pero no ayuda a recuperar lo perdido, ni ayuda tampoco a interactuar con las nuevas formaciones culturales. La reflexión pedagógica no puede, o no debe, prescindir de las realidades actuales. Nuestro presente ha generado una episteme polifacética. Los territorios de cada disciplina de estudio ya no están determinados de manera férrea. Los márgenes epistemológicos de las distintas ciencias se flexibilizan y sus corpus se hacen más complejos.

Por otra parte, en ética se asiste a una pluralidad de códigos. Cada vez se presta más atención al respeto por la diferencias y a la posibilidad de aceptar (al menos en teoría) las posturas ajenas por disímiles que sean a las propias. Las actuales prácticas sociales, científicas y morales le exigen a la pedagogía teorías acordes con la época que nos tocó vivir. La consideración del conocimiento y de las subjetividades como construcciones históricas no puede dejar de lado la incidencia del azar y de la libertad. Tampoco la posibilidad de las crisis o del caos. Hemos arribado al fin de las certidumbres. La naturaleza y el ser humano distan mucho de ser previsibles. Pero ello no impide estudiarlos ni conocerlos. Exige, más bien, tratar de comprenderlos no ya como objetos de estudio, sino como sujetos de diálogo. Estamos en el umbral de un nuevo capítulo de la historia de la pedagogía. Nuestro desafío, entonces, es pensar, discutir y construir esta disciplina científica en continuo proceso de cambio: una pedagogía de lo previsible, pero también del devenir – en última instancia – una pedagogía del presente que no reniega del pasado pero que apuesta al futuro.

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Entrevista con Esther Díaz

Esther Díaz

Esther Díaz

Si alguna vez la ciencia apareció como una búsqueda desinteresada de la verdad, el impresionante poder que hoy exhibe la tecnociencia permite cuestionar esa apariencia. Sin embargo, resulta sorprendente que esa innegable relación entre ciencia y poder aún no sea abiertamente admitida entre quienes se dedican a filosofar sobre estos temas. Y si a los miles de estudiantes que cada año ingresan al sistema científico se les vende una visión despolitizada del mismo, entonces estamos ante una gigantesca operación de encubrimiento.

Esther Díaz enseña desde hace dos décadas Introducción al pensamiento científico en el Ciclo Básico de la UBA. Y en esta entrevista describe el descarnado ejercicio del poder que se ejerce en el mundo científico y académico.

Entrevista realizada por Oscar Alberto Cuervo

Pregunta: Desde que comenzó el Ciclo Básico Común de la UBA usted dicta la materia “Introducción al pensamiento científico”, pero en la bibliografía de su programa incluye a autores como Heidegger, Foucault, Nietzsche, Kuhn, que no son habituales en una materia que es una especie de metodología de la ciencias.

Esther Díaz: Justamente. La epistemología es una disciplina relativamente nueva, de principios del siglo XX y, como suele pasar, los fundadores le dieron su impronta, que es lo que hoy llamamos neopositivismo o cientificismo. Desde dicha posición se considera que la única verdad legítima es la que provee la ciencia, y que este es el modelo excluyente de racionalidad. Los cientificistas han criticado a la filosofía tradicional, se han burlado de manera casi grosera de Heidegger, por ejemplo, por esa frase “como el ser que navega por la nada”, etc., etc. Pero ellos terminaron siendo más metafísicos que la metafísica que critican. Porque ¿qué hay más metafísico que una ciencia que se basa en supuestos matemáticos, expresables únicamente en un lenguaje formal y totalmente alejados de la experiencia cotidiana? Así que a mí me pareció que nosotros tenemos una responsabilidad frente a nuestros alumnos, porque estamos formando a futuros científicos y técnicos que es probable que en toda su carrera no vuelvan a tener una reflexión sobre la ciencia y precisamente por esa carencia se impregnarán de una mentalidad en la que la ciencia quede absolutamente incuestionada. Por eso tuve la necesidad de incluir en mi programa, además de los principios metodológicos que se ven en las otras cátedras, a algunos autores que presentan posturas alternativas a la cientificista.

De acuerdo con la descripción que usted hace, la epistemología sería en la actualidad la esclava de la ciencia, así como en la Edad Media se decía que la filosofía era esclava del la teología. Es una especie de “teología” de la ciencia.

Esther Díaz: Fue así sin lugar a dudas durante parte del siglo XX. Pero en la segunda mitad del siglo empezó a aparecer otra mirada. La sociedad empezó a tomar conciencia de las aplicaciones nefastas de la ciencia: después de Hiroshima, de Chernobyl, de los trastornos ecológicos cada vez más evidentes, ya no se puede ser positivista. Pensemos en el tema de la soja, del que se está hablando mucho ahora, cuando en Argentina el 90 % de los terrenos están siendo cultivados con soja. Se trata de soja transgénica, un producto que no sabemos con certeza qué efectos puede tener dentro de 10, 15 años. Es por la presión del mercado que no se puede esperar el tiempo que sería necesario para que esté probado. Es decir, que hablar hoy de ciencia sin vincularla con la tecnología, y con ese contexto económico que ejerce una presión tan decisiva, es hablar de una abstracción. Fíjese lo que pasó en Corea: hace poco se ha logrado clonar órganos humanos con fines terapéuticos. ¿Por qué en Corea, uno de los países más pobres del mundo? Porque Corea, como Argentina  y la mayoría de los países marginales, no tienen leyes contra la manipulación genética, o tienen leyes muy laxas, o incluso tienen dirigentes fáciles de coimear. Se experimenta con esas personas y se logran conquistas tecno-científicas que luego van a ser aprovechadas no por los coreanos, sino por los ciudadanos del primer mundo. Lo más triste para nosotros es que uno de los dos investigadores que comandan ese proyecto es argentino, un egresado de la UBA, que reside en EE.UU. y es investigador de la Universidad de Michigan. Es decir, nosotros hemos financiado la formación de este señor para que ahora vaya a hacer sus investigaciones al servicio del primer mundo.

Un estudiante que se forma en la UBA ¿qué espacio tiene para reflexionar sobre esta cuestión que va a ser imperiosa en el momento en que se reciba? Se va a encontrar con las presiones del mercado, los intereses económicos…

Esther Díaz: Tiene poco o ningún espacio, si se le puede llamar espacio a los cuatro meses que nosotros tenemos para reflexionar sobre el tema… Después de esos cuatro meses es probable que se le haga un lavado de cerebro, por todos los profesores cientificistas que va a tener. Entonces, cuando se recibe, dice algo tan de sentido común, que la sociedad le va a dar la razón: “¿Y de qué voy a trabajar acá? ¿De profesor universitario, ganando $ 100 por mes? ¡Me voy a Michigan y donde me pagan 10.000 dólares!”. Por eso se hacen insostenibles las ideas que trasmite la epistemología cientificista: que las verdades de la ciencia son universales, que la investigación científica es neutral y que hay que apoyarla independientemente de lo que se investigue. Los que dicen esto están siendo funcionales al imperio. Cuando en Washington o en cualquier otro lugar donde se cocina la ciencia o la tecnología de punta se establecen los parámetros que rigen la investigación científica, tienen en cuenta sus propias urgencias y necesidades. ¿Quién se va a preocupar, desde Frankfurt, si en Santiago del Estero la gente se muere del mal de Chagas? Nadie. Entonces no hay tal verdad universal. Son parámetros totalmente perspectivistas, pero como son los que tienen el poder dicen que es universal. Estoy repitiendo lo que hace treinta años dijo Varsavsky sobre la necesidad de regionalizar la ciencia; y nosotros ahora ya tenemos la condición de posibilidad, que es el Mercosur, para construir una tecno-ciencia regional, sin perder de vista lo universal. Está el ejemplo del sida. ¿A quién le importó que se murieran los africanos de sida? A nadie, y hacía 30 años que se morían, pero los que manejan la ciencia a nivel “universal”, no se preocuparon, hasta que empezaron a morir los nenes de mamá en Manhattan. Estos ejemplos dejan muy claro el daño que puede llegar a hacer que el científico o el técnico esté convencido de que está trabajando con parámetros universales.

Esta visión crítica de la ciencia ¿estaba prevista en los objetivos iniciales  del CBC?

Esther Díaz: No, el proyecto inicial por el cual se incluyó esta materia es justamente lo opuesto de lo que hicimos nosotros. Se trataba y se sigue tratando de formalizar la epistemología, porque una epistemología formalizada no jode a nadie, ya que se separa al conocimiento científico de todos los lazos que lo vinculan con el contexto social. UBA XXI, por ejemplo, que va a todo el país, porque se puede hacer a distancia, es totalmente neopositivista. Y cuando yo me vaya de la UBA todas las cátedras de Introducción al Pensamiento Científico -con la sola excepción de la de Mario Heler, que también tiene una posición crítica- van a quedar en manos de los cientificistas. 

¿Usted ha sufrido presiones por presentar esta visión crítica de la ciencia? 

Esther Díaz: Con el grupo de docentes con el que trabajo hemos soportado todo tipo de presiones. Cuando recién comenzábamos, Gregorio Klimovsky era decano de la facultad de Ciencias Exactas y, por ende, su voz tenía mucho peso sobre una estructura académica precaria como el CBC. Bien, Klimovsky me hizo llegar advertencias para que revisara mi programa, porque no se podía enseñar epistemología criticando a la ciencia. Yo defendí mi programa diciendo que damos todo lo que daría un neopositivista y además un plus. Y como existe libertad de cátedra en Argentina, nadie puede objetarme que yo incluya una visión alternativa de la epistemología. Con este discurso pude zafar los años que estuvo este señor como decano de Exactas. Unos años después, tuve que defender mi cátedra en un concurso y me tocó ¡¡¡otra vez!!! Klimovsky, ahora de jurado. Y este señor prefirió dejar un cargo desierto, alegando que la profesora Esther Díaz no estaba en condiciones ni intelectuales ni pedagógicas de estar al frente de una cátedra, a pesar de que hacía 10 años que yo estaba a cargo de la cátedra. Pero tuve la suerte de que cometieran un error increíble. Yo había presentado un proyecto de investigación con un colega. Ahora, miren lo que pasó: este colega con el que yo presento la investigación obtiene su cargo en el concurso. Pero en el fundamento para dejarme fuera del orden de méritos del concurso era que mi proyecto de investigación era confuso y sin un objetivo claro. Y al colega que hizo la misma investigación conmigo, presentada con las mismas palabras, le dieron el cargo porque ¡su investigación era “excelente y correspondía perfectamente a los objetivos de la materia”! Los jurados, Klimovsky, un sociólogo llamado Fishermann y una metodóloga que se llamaba Ruth Sautú, ni siquiera se tomaron el trabajo de leer los antecedentes, porque si los hubieran leído se tendrían que haber dado cuenta de que ambos proyectos eran uno y el mismo, y que nosotros así lo explicitábamos. Por supuesto yo impugné el concurso, pero pasé un año hasta con fantasías de suicidio, porque era mi muerte profesional, ese dictamen que me había dado una de las personas más prestigiosas de la Argentina. Yo iba al CBC y era como si entrara un leproso de la Edad Media, la gente me eludía, porque si Klimovsky había dicho eso de mí… “por algo será”, como solíamos decir los argentinos. Esto tuvo un final feliz para mí, porque el concurso fue anulado. 

El final feliz es un acto fallido por parte de estos jurados, porque imaginemos que hubieran encontrado una manera más inteligente de dejarla afuera…

Esther Díaz: Cosas así hicieron en toda la Argentina. Dejaron afuera a la gente que pensaba diferente de ellos. A estos señores les pasó como a los militares: ya venían cebados de tanto imponer el poder sin una verdad que lo acompañe. Y como decía Foucault, no hay poder que no tenga relación con la verdad, así como no hay verdad que no tenga relación con el poder. Entonces, ellos creyeron que con el poder solo era suficiente, y cometieron esa desprolijidad que hizo que el Consejo Superior de la UBA, por primera vez desde el advenimiento de la democracia, declarara ese concurso disuelto y acusara al jurado de sospechoso de arbitrariedad contra mi persona.

¿Después de eso tuvo más problemas en la UBA?

Esther Díaz: La última estocada fuerte fue después de que se hicieron los nuevos concursos, a fines de 2003. Por supuesto, ya no pudieron poner a Klimovsky en el jurado, pero ponen a sus amigos, porque esa corriente epistemológica sigue siendo hegemónica. Pero a esta altura, mi curriculum es de tal volumen y mi capacidad para luchar es tan grande, que entonces no pudieron dejar me afuera. Pero le puedo asegurar que yo tuve que hacer un curriculum 4 veces más grande (hablando como un almacenero) que cualquiera de los otros que obtuvieron el cargo. Porque eran mis enemigos los que me evaluaban. Me dieron el cargo, pero no fue todavía tan fácil. Tan pronto como me lo dieron, once de los doce profesores que quedaron como titulares de IPC, por supuesto neopositivistas, presionaron para desmembrar al grupo de docentes a mi cargo, alegando que mi cátedra tenía demasiados docentes. Es verdad, somos la cátedra de IPC más grande… ¿por qué será? Porque hemos consolidado un grupo de investigación que nos dio un arraigo y nos hizo tomar conciencia de que ocupamos un lugar alternativo en la epistemología argentina. Una vez más, la posición de los profesores de mi cátedra fue tan firme que logramos evitar el desmembramiento. 

Usted habló de la libertad de cátedra. Ahora, por todo lo que dijo, parece que fuera muy precaria; porque, en todo caso, usted como titular puede defender su visión crítica, pero esa libertad de cátedra no existe para los estudiantes que por azar van a caer en alguna de las once cátedras positivistas, o a lo mejor en las dos que tienen una visión distinta. Y la libertad de cátedra tampoco existe para los centenares de docentes auxiliares, que están al frente de las aulas todos los días. 

Esther Díaz: Tal cual, porque si algún profesor de mi cátedra no se sintiera cómodo con la postura teórica que sostenemos, tendría para elegir once cátedras neopositivistas. En cambio, si profesores de esas cátedras quisieran pasarse a mi cátedra (cosa que ha pasado), no podrá, con la excusa de que esta cátedra es muy grande: “vos no podés seguir acumulando profesores”. Ellos no dicen la palabra que una puede leer tranquilamente,  no dicen “no podés seguir acumulando poder”. Acumular profesores y acumular alumnos significa acumular poder. Para ellos, “poder” es una mala palabra, para mí no, porque yo lo considero como una instancia positiva, mientras no sea mero dominio. 

Pero para ellos es una mala palabra decirlo, pero ejercerlo no…

Esther Díaz: (risas) Eso está muy bueno…

Además, creo que cuanto más y peor se ejerce el poder es cuanto menos se lo nombra. Porque nombrarlo es desenmascararlo.

Esther Díaz: Tiene razón. De esto no se habla… Un epistemólogo anglosajón tan importante como Thomas Kuhn se atrevió a incluir en la epistemología el problema de la historia de la ciencia, y dijo que en las revoluciones científicas no se imponen las teorías verdaderas, sino las que tienen más fuerza. Al decirlo, produjo una conmoción en los años 60. Pero fíjese lo que le pasó: fue tan fuerte el rechazo que la comunidad epistemológica le demostró por permitirse hablar de la fuerza  en epistemología, que él, que escribió ese libro maravilloso que es La estructura de las revoluciones científicas, después pasó el resto de su vida pidiendo perdón por haberlo escrito. No se bancó lo que se bancó Paul Feyerabend, otro epistemólogo con una posición mucho más crítica que la de Kuhn (pero menos original, porque Kuhn es el que tiró la bomba). Feyerabend se bancó hasta el final de su vida el ser segregado por su crítica a la epistemología tradicional, en función de construir una ciencia más humana, que tenga en cuenta que está hecha por humanos y va a ser aplicada sobre humanos, o sobre una naturaleza que influye sobre los humanos. 

Ahora, parecería que este proceso va en dirección de endurecer esa hegemonía de la tecnociencia, parece muy lejos de abrirse hacia perspectivas alternativas. El poder tecnocientífico se está consolidando.

Esther Díaz: Sí, porque el poder del dinero es el de la eficacia. A raíz de investigaciones que nosotros estamos haciendo en UBACYT, descubro algo que para mí es novedoso: yo creía que las que más invertían en investigación en el país eran las empresas y no las universidades; pero no: son las universidades las que más invierten. Las empresas privadas invierten muy poco, invierten por ejemplo en ver qué gusto de hamburguesas pega más en el mercado argentino, investigaciones absolutamente al servicio del mercado, que no tienen nada que ver con las necesidades regionales. Y lamentablemente quienes administran el dinero para las investigaciones en las universidades nacionales se formaron en la creencia de que están haciendo una gran obra para la humanidad. Bueno, puede ser que a algunas humanidades lejos de nosotros se les esté haciendo bien, pero a nosotros… Por ahora, sólo nos queda resistir. Y en eso, deberíamos sentirnos como Sísifo, que fue condenado por los dioses a cargar una pesada piedra hasta la cumbre de una montaña. Pero cuando llegaba, la piedra caía nuevamente y cada día debía renovar su tarea. Sin embargo, imagino su sonrisa satisfecha. Es la que se dibuja en el rostro del que no se deja vencer ante la adversidad y se enfrenta al poder con la alegría de resistir con dignidad. 

[Esther Díaz es doctora en Filosofía por la Facultad de Filosofía y Letras, UBA. Especializada en temas epistemológicos, su tesis de doctorado se centra en el tema de la verdad, el poder y la ética en la obra de Michel Foucault.

Es docente de “Introducción al pensamiento científico” en la UBA. Además, dirige una maestría en “Metodología de la Investigación Científica” en la Universidad Nacional de Lanús. Es autora, entre otros libros, de La filosofía de Michel Foucault, (2003), Buenos Aires, una mirada filosófica (2001), La ciencia y el imaginario social (1996) y La sexualidad y el poder (1993).]

Esther Díaz

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Foucault: La Sociedad Disciplinaria / El Panóptico

Michel Foucault

Michel Foucault

Es la historia de las ciencias sociales una de las principales preocupaciones de su obra que podría ser incluída dentro del estructuralismo francés. Sostiene que la historia no debe interpretarse de modo superficial, sino que es preciso realizar un análisis más profundo. Su pensamiento tradicionalmente se ha dividido en tres fases: la etapa arqueológica (entre 1961 y 1969), la etapa genealógica y la última fase marcada por las tecnologías del yo. En cada una de ellas varía el método de análisis utilizado.

La sociedad disciplinaria

Foucault sitúa a la Europa de finales del siglo XVIII y principios del XIX como el momento fundacional de una nueva sociedad, la disciplinaria. Si bien, la disciplina se convierte en la forma más difundida de dominación, con anterioridad, existían otras formas de ejercicio de la misma:

La esclavitud: instalada en sobre una relación de apropiación de los cuerpos.

La domesticidad: fundada a partir de una relación de dominación «constante, global, masiva, no analítica, ilimitada y establecida bajo la forma de la voluntad singular del amo, de su capricho».

– La del Vasallaje: a través de una relación de sumisión en extremo codificada «que atañe menos a las operaciones del cuerpo que a los productos del trabajo y a las marcas rituales del vasallaje».

– La del ascetismo o las de tipo monástico: que se conforman para garantizar privaciones y aunque implica la obediencia a otros su objetivo es el de aumentar el dominio de cada cual sobre su propio cuerpo.

El nacimiento de la disciplina, del arte del cuerpo, forma un vínculo que en el mismo mecanismo, lo hace tanto más obediente cuanto más útil, y al revés. La disciplina fabrica así cuerpos sometidos y ejercitados, cuerpos «dóciles». La disciplina aumenta las fuerzas del cuerpo (en términos de utilidad) y disminuye esas fuerzas (en términos políticos de obediencia). En una palabra: disocia el poder del cuerpo; de una parte, hace de este poder una «aptitud», una «capacidad» que trata de aumentar, y cambia por otra parte la energía, la potencia que de ello podría resultar, y la convierte en una relación de sujeción estricta. Si la explotación económica separa la fuerza y el producto del trabajo, digamos que la coerción disciplinaria establece en el cuerpo el vínculo de coacción entre una actitud aumentada, una dominación acrecentada.

El poder disciplinario de los tiempos modernos inaugura un castigo silencioso que opera con la finalidad de producir cuerpos domesticados. Esta nueva tecnología de poder obedece una causalidad múltiple. Una economía potenciada por el crecimiento de las fuerzas productivas y el incremento demográfico del siglo XVIII plantearon al viejo continente un doble problema: el ilegalismo de los cuerpos se traslada hacia los bienes (delincuencia) e irrumpe la amenaza de la pérdida del control de las viejas técnicas penales de encauzamiento.

El pasaje del castigo del Antiguo Régimen al del orden Burgués no constituye un sistema humanitario más punitivo sino una tecnología acorde con los nuevos requerimientos, una justicia capilar que penetrará hasta los últimos resquicios del cuerpo social. Lo que se perfila es sin duda menos un respeto nuevo a la humanidad de los condenados… que una tendencia a una justicia más sútil y más fina, a una división en zonas más estrechas del cuerpo social.

El proceso de ordenamiento de las sociedades llevó a la reforma y la reorganización del sistema judicial y penal que instauró el pasaje de la indagación, procedimiento por el cual se trataba de saber lo ocurrido, por uno totalmente distinto, no se trata de reconstruir un acontecimiento sino algo, o mejor dicho, se trata de vigilar sin interrupción y totalmente.

En el seno de estas transformaciones surgirá la prisión sustituyendo otras formas de castigo – la deportación (expulsión de las personas, exilio), los mecanismos para provocar escándalos, vergüenza y humillación, el trabajo forzado (como forma de reparación del orden social) y la pena del Talión- dotada de la función de impedir que el delito se repita y de bloquear la reiteración de los delincuentes mediante el objetivo confesado de corregir al penado. Pero, el éxito de la prisión no se instala en estos objetivos explícitos sino en la puesta en marcha de una tecnología eficaz de poder, las disciplinas: «conjunto de técnicas de control corporal que apuntan a una cuadriculación del espacio y del tiempo buscado, con la mayor economía, reducir la fuerza del cuerpo en tanto fuerza política y maximizarla como fuerza económica. De allí en más, un espacio analítico, celular y aun colmenar permitirá, dentro de una sociedad compleja y confusa, ubicar, clasificar y, por fin, vigilar y castigar, es decir, la disciplina es una economía política del detalle que produce «individuos» y hace de esta producción individualizante un método de dominación.

La «delincuencia», objeto producido por las relaciones de poder-saber de la prisión, permiten producir a un individuo patologizado y moralmente devaluado, puesto que obturó el deseo de los sectores populares de delinquir.

El panóptico

Jeremías Bentham, plasma este modelo de vigilancia social construyendo

Panóptico

Panóptico

esta idea a partir de una metáfora de la sociedad que la denomina Panóptico, «forma arquitectónica que permite un tipo de poder del espíritu sobre el espíritu, una especie de institución que vale tanto para las escuelas como para los hospitales, las prisiones, los reformatorios, los hospicios o las fábricas. El panóptico era un sitio en forma de anillo en medio del cual había un patio con una torre en el centro. El anillo estaba dividido en pequeñas celdas que daban al interior y al exterior y en cada una de las celdas había, según los objetivos de la institución, un niño aprendiendo a escribir, un obrero trabajando, un prisionero expiando sus culpas, un loco actualizando sus locuras, etc. En la torre central había un vigilante y como cada celda daba al mismo tiempo al exterior como al interior, la mirada del vigilante podía atravesar toda la celda.

A través de la metáfora del panoptismo, Foucault intenta apuntar al conjunto de mecanismos que operan en el interior de todas las redes de procedimientos de lo que se sirve al poder el panoptismo ha sido una invención tecnológica en el orden del poder, como la máquina de vapor en el orden de la producción. Esta invención tiene esto de particular: que ha sido utilizada en un principio en niveles locales: escuelas, cuarteles, hospitales… Se ha aprendido a confeccionar historiales, a establecer anotaciones y clasificaciones a hacer la contabilidad integral de estos datos individuales. Se instala, entonces como rasgo característico de la modernidad una sociedad disciplinaria, panóptica que tiene como objetivo central formar cuerpos dóciles, susceptibles de sufrir modificaciones a través de tres operaciones:

a. La vigilancia continua y personalizada,
b. Mecanismos de control de castigos y recompensas y
c. La corrección, como forma de modificación y transformación de acuerdo a las normas prefijadas.

La vigilancia, dentro del panoptismo desempeña un rol destacado, dado que la misma sobre los individuos no se ejerce al nivel de lo que se hace sino de lo que se es o de lo que se puede hacer. La vigilancia tiende cada vez más a individualizar al autor del acto, dejando de lado la naturaleza jurídica o la calificación penal del acto en sí mismo. En este sentido, Foucault habla de la arquitectura de la vigilancia que haga posible que una única mirada pueda recorrer el mayor número de rostros, cuerpos, actitudes la mayor cantidad posible de las cedas; así la tarea principal que le compete a la vigilancia es «vigilar a los individuos antes de que la infracción sea cometida» por eso se la simboliza por un ojo siempre abierto.

El panoptismo más allá de ser simbolizado a través de la metáfora enunciada anteriormente, se corporiza en la realidad de las diferentes instituciones, de este modo Foucault detalla quisiera mostrar cómo es que existe este panoptismo al nivel más simple y en el funcionamiento cotidiano de instituciones que encuadran la vida y los cuerpos de los individuos: el panoptismo, por lo tanto, al nivel de la existencia individual. Así el individuo pertenece a un grupo y el grupo se desenvuelve en las distintas instituciones que conforman la sociedad disciplinaria, como la prisión, la escuela, el hospital, la fábrica etc. Tales instituciones son denominadas por el autor estructuras de vigilancia y todas tienen: un fin común el fijar o vincular a los individuos a un aparato de normalización de los hombres; un objetivo basado en ligar al individuo al proceso de producción, formación o corrección de los productores que habrá de garantizar la producción y a sus ejecutores en función de una determinada norma y un efecto común que es la exclusión del individuo.

Las instituciones no deben clasificadas en estatales y no estatales sino definidas como una red institucional de secuestro que rigen la dimensión temporal de la vida de los individuos y la existencia de los mismos. Así sus funciones se centran en el control del tiempo, basado en la apropiación y explotación de la cantidad del mismo y en el control del cuerpo, basado en un sistema determinado encargado de formarlo y valorizarlo. En este sentido, Foucault afirma en esta sociedad. En el siglo XIX el cuerpo adquiere una significación totalmente diferente y deja de ser aquello que debe ser atormentado para convertirse en algo que ha se ser formado, reformado corregido, en un cuerpo que debe adquirir aptitudes, recibir ciertas cualidades y calificarse como cuerpo capaz de trabajar. Es importante desatacar que, más allá de que todas las instituciones que conforman esta red son especializadas, el funcionamiento de cada una supone una disciplina general de la existencia que supera ampliamente las finalidades para las que fueron creadas.

Dentro de las instituciones de secuestro Foucault califica al poder como, económico, político, judicial, y epistemológico. Éste último es entendido como un poder de extraer un saber de y sobre estos individuos ya sometidos a la observación y controlados por estos diferentes poderes.

Existen varios saberes, por un lado a nivel general, el que es extraído del comportamiento de los individuos, dado que del poder que es ejercido sobre éstos es de donde se extrae un saber.

Y por el otro a nivel más particular tenemos, el saber tecnológico que se forma de la observación y clasificación de los individuos, del registro, análisis y comparación de sus comportamientos y el saber de observación calificado como clínico.

Dentro del poder el autor identifica el sub-poder como una trama de poder político microscópico, capilar, capaz de fijar a los hombres al aparato de producción, conjunto de pequeños poderes e instituciones situadas en un nivel más bajo

De todas las instituciones que Foucault se vale para ejemplificar su discurso, nombra la escuela dentro de lo pedagógico, así «la pedagogía se constituyó igualmente a partir de las adaptaciones mismas del niño a las tareas escolares, adaptaciones que, observadas y extraídas de su comportamiento, se convirtieron en seguida en leyes de funcionamiento de la instituciones y forma de poder ejercido sobre él.

En el primer volumen de la Historia de la Sexualidad expresa que la confesión se instala como una práctica fundamental nacida en el interior de la institución católica, la confesión difundió hasta muy lejos sus efectos: en la justicia, en la medicina, en la pedagogía en las relaciones familiares, en las relaciones amorosas, en el orden de lo más cotidiano, en los ritos más solemnes; se confiesan los crímenes, los pecados, los pensamientos y deseos, el pasado y los sueños, la infancia. El hombre, en Occidente, ha llegado a ser un animal de confesión.

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Fases de la Sexualidad

Sigmund Freud

Sigmund Freud

«Al principio de placer le sobreviene el principio de realidad».

(Sigmund Freud)

Para abordar este vasto tema, debemos considerar, primero, que Freud afirmó que existen tres grandes fuentes de donde proviene nuestro penar, y que debido a ellas tenemos que sacrificar nuestra satisfacciones pulsionales, a saber: la hiperpotencia de la naturaleza, la fragilidad de nuestro propio cuerpo y la insuficiencia de las normas que regulan los vínculos entre los seres humanos. En un momento dado, Freud, considera este último de origen natural: la naturaleza psíquica; es también este último a la que denominamos cultura, entidad que nos impone restricciones a nuestras exigencias pulsionales y que nos ha proporcionado el sentimiento de culpa.

Desarrollaremos el tema viendo las distintas fases de la sexualidad desarrollados por Freud, con sus respectivas características, y comprenderemos la influencia de las tres fuentes, mencionadas anteriormente, sobre todo la cultural, que hacen que el desarrollo de la sexualidad tenga diversas constituciones y que se produzca un cambio entre la sexualidad infantil (la cual se creía no existía) y la de la pubertad (comúnmente la más conocida y la que se pensaba era la única que existía).

Fase Oral:

El ser humano llega a este mundo trayendo consigo simplemente instintos, secuencias de comportamiento genéticos que le permiten sobrevivir. El bebé satisface su primera necesidad, de alimentación, a través de la boca y el contacto con el pecho materno. Está acción es en principio con fines de autoconservación; pero debido al contacto pecho-boca, a la satisfacción producida por la alimentación y a la erogenización del epitelio bucal, es que por anaclisis (apoyatura de la pulsión sobre el instinto) la pulsión (representación psíquica de los estímulos, que provienen del interior del cuerpo, en la vida anímica) empieza a regir en el individuo. La acción de mamar ahora se convierte en el chupeteo (acción de succionar que no tiene por fin la nutrición) donde la acción se deslinda de la nutrición y busca la plena satisfacción, mediante un circuito de autoerotismo (la fuente y el fin pulsional se encuentran en el mismo objeto). La búsqueda de satisfacción se regirá hasta el fin de nuestros días.

Vemos aquí que la cultura y las propias limitaciones de nuestro cuerpo exigen que el pecho materno se aleje del bebé; esta ausencia provoca ya nuestro primer sentimiento displacentero. El YO que se empieza a constituir, gracias a la libido yoica (energía de la pulsión que apega al Yo al mundo) comprende vagamente la existencia de un mundo exterior ajeno. En esta fase sólo se entiende como exterior a la Madre o al Otro Simbólico.

El individuo nace en un medio cultural, en un patrimonio formado históricamente, al que no podrá escapar; dicho medio (cultura) le impondrá normas para velar por la seguridad del sujeto y su adaptación a una naturaleza despiadada, pero este tendrá que sacrificar algunas satisfacciones plenas a cambio de esa seguridad. Esta relación es más explícita en las siguientes fases.

Fase Sádico Anal:

La limpieza, el orden y la belleza, claros productos culturales aunque aún no comprendidos del todo, incidirán en la vida del sujeto de aquí  en adelante; sobre todo la limpieza en esta fase. Es en este sentido que la madre en el acto de limpiar al niño de las respectivas necesidades que produce, erogenizará la zona anal; con la que el sujeto buscará satisfacción autoerótica mediante la expulsión y retención de heces.

Se observa que el Yo está constituido y que, también, existe un Mundo Externo productor de placer y displacer. El niño comprende esa división entre Yo y M.E. (mundo exterior) y se manifiesta sobre él, con el único objeto que produce, las heces. Mediante la retención o expulsión expresa su afecto u odio hacia la madre o M.E. Se ve claramente aquí el nacimiento del odio hacia el M.E. en una forma de repulsa hacia él y lo que produce. Esta repulsa parece ser fruto de la libido yoica, de carácter autoconservativa, que evita el contacto displacentero con ese mundo proporcionador de estímulos de toda índole.

El niño comprende este M.E. y la existencia de los objetos presentes en él, mediante la investidura (depositar carga) de su libido yoica  en los objetos formando la libido objetal (fuerza pulsional de variación cuantitativa, cuando la libido yoica catectiza a los objetos). También existe un afán de dominio hacia el mundo exterior, apreciable en la aparición de los pares opuestos: sadismo-masoquismo y exhibición-contemplación (el niño destruye, manipula objetos y observa a los objetos: personas).

Esta fase es crucial en relación a la intervención de la cultura, esta impone ciertas reglas de conducta frente a algunos sucesos: el niño debe ir al baño por sí solo, debe ser limpio y ordenado, debe llevarse bien con otras personas, etc. Se empiezan a formar los diques psíquicos que impedirán a las pulsiones exteriorizarse sino es por la vía de la sublimación, o reprimirán a las pulsiones. La formación reactiva y las mociones reactivas (fuerzas anímicas contrarias) aparecen y se prolongarán en el curso de la vida, colaborando en el desarrollo anímico del individuo, según las exigencias culturales (así la cultura fabrica conceptos como: asco, vergüenza, etc.)

Fase Fálica:

En un principio llamada fase genital, pero que Freud entiende no puede ser así debido a que el niño (hombre y mujer) no comprende la existencia, todavía, de dos genitales específicos; sino al contrario de sólo uno: el genital masculino. Este hecho produce toda la configuración de  esta fase.

El objeto pulsional es el falo. Las zonas genitales se erogenizan vía limpieza, contacto con el aire, ropa, masturbación, y otros. El niño es víctima de la influencia de la seducción (que trata al niño como un objeto sexual), efectúa su primera elección de objeto basada en una corriente sensual, que por la inaplicabilidad de los genitales por su desarrollo, esta primera aproximación a su objeto sexual no puede efectuarse de manera efectiva, convirtiendo al individuo en un perverso polimorfo (acudirá a todo tipo de transgresiones, no olvidemos que los diques psíquicos están recién en formación). Esta exteriorización sexual se convierte en una corriente tierna, por lo ya explicado anteriormente.

Las pulsiones yoicas y sexuales depositadas en los objetos cambiarán de destino produciendo distinto tipos de efectos. La pulsión de saber (que nace de ese afán de apoderamiento del M.E.) incidirá en la investigación que el niño efectúa sobre aspectos como: el nacimiento, la posesión de pene en el hombre, etc. Investigación, por cierto, siempre frustrada. A pesar del empeño e interés del niño, este nunca comprenderá (hasta la pubertad) el funcionamiento de las zonas genitales de ambos sexos.

Un hecho cultural importante, tal vez el más universal y fundamental de la sociedad humana, es el del Tabú del Incesto. Relacionado con el Complejo de Edipo (el deseo por el progenitor del sexo opuesto) producirá la Barrera del Incesto (la salida al triángulo edípico) gracias al Complejo de Castración en el varón: el varoncito tiene el temor de ser castrado por el padre debido a su deseo sexual hacia la madre, esto lo obligará a dejar de desear a la madre y se introducirá en el período de latencia. En la mujer la salida del complejo de edipo es mucho más complicada y tardía.

El complejo de edipo produce, además, la máxima expresión del par amor-odio, (amar al padre y odiar a la madre o viceversa) y conjugación de la fase anal para conformar el par amor odio. Se podría decir que el amor (vínculo entre el varón y la mujer, que fundarán una familia sobre la base de sus necesidades genitales) tiene su nacimiento en esta fase. El niño comprende que el M.E. le produce placer y displacer al igual que él hacia el mundo. Su relación con el mundo cambia y se resolverá de aquí en adelante por el camino de la ambivalencia.

El complejo de edipo y la represión impuesta, por necesidades culturales, tendrá un factor decisivo en esta fase, dando lugar al ingreso al período de latencia. Es quizás, esta fase en la que la cultura se hace sentir con más fuerza y obliga al sujeto a sacrificar sus deseos pulsionales; haciendo de él un ser disconforme con el medio.

Período de Latencia:

Se conoce este período por ser de «relativa» suspensión en la investigación sexual infantil. La represión, diques anímicos, etc. obligados por la cultura ya están arraigados, en la mayoría de los casos, en la vida anímica del niño. Sucede, así, un período de amnesia infantil en la que se «olvida» la vida sexual antes realizada debido a la represión ya existente. La sublimación (modificación de la meta pulsional original por otra) es el destino más importante en esta fase. A pesar de ello el individuo tendrá rupturas en este período que lo llevarán a unretorno de la masturbación infantil, hecho que se dará vía aparato urinario (enuresis nocturna, poluciones, etc.)

La sexualidad volverá aparecer, después de una metamorfosis, en la pubertad; etapa donde se creía que la sexualidad recién aparecía y se denominaba normal.

Fase Genital:

En esta, se producen crecimiento de los genitales externos y desarrollo de los genitales internos (como productores y receptores de sustancias genésicas). Las zonas erógenas predominantes en las anteriores fases producen ahora un placer previo que conlleva a una acumulación de placer e incremento de la tensión suficiente para llevar a cabo el acto sexual, obteniéndose así un placer final con la descarga de los productos genésicos, mucho mayor en satisfacción al placer previo.

Las pulsiones parciales y las zonas erógenas se ponen al servicio de un nuevo fin: la reproducción, se puede decir que la pulsión es «altruista», en este sentido. La libido «amortiguada» hará escoger un nuevo objeto sexual que, por la barrera del incesto, se encontrará fuera del triángulo familiar: padre-madre-niño. Este segundo hallazgo de objeto tendrá relación directa con el primero (de la fase fálica), tiene connotaciones también con la pérdida del pecho materno; en sí se trata de un reencuentro.

Se tenderá a buscar al nuevo objeto sexual según las características del ser amado en la fase fálica. Para ello, el individuo empleará nuevamente una corriente sensual para aproximarse a l nuevo objeto, como lo hizo en un principio. Este vínculo entre el primer y segundo hallazgo de objeto es esencial en la vida futura del sujeto por la elección de objeto.

No olvidemos que la cultura influye, también, en la búsqueda del objeto sexual: impide el aproximamiento al primero mediante el complejo de edipo y la barrera del incesto, y al segundo especificando inhibiciones autoritativas para elegir un objeto del sexo opuesto y cualquier satisfacción extragenital prohibida como perversión. En fin, la cultura, producto humano, ha sido configurado para evitar displaceres al ser humano provenientes de la naturaleza y las relaciones recíprocas entre hombres, pero contradictoriamente no aporta muchas probabilidades de goce.

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Las Leyes de la Gestalt (en construcción)

Las leyes de la percepción fueron enunciadas por los psicólogos de la gestalt,(Max Wertheimer, Wolfgang Köhler y Kurt Koffka); quienes en un laboratorio de psicología experimental observaron que el cerebro humano organiza las percepciones como totalidades (Gestalts) de acuerdo con ciertas leyes a las que denominaron «leyes de la percepción». Estas leyes enuncian principios generales, presentes en cada acto perceptivo demostrando que el cerebro hace la mejor organización posible de los elementos que percibe, y asimismo explican cómo se configura esa «mejor organización posible»  a través de varios principios: Las leyes de la gestalt. Posteriormente estas leyes y la mirada, ya no de una percepción en un momento sino del universo cognoscible como una totalidad, fueron tomadas por diversas disciplinas en ámbitos tan diversos como la comunicación, la arquitectura, la sociología, la psicología social, la ecología, y otras. La, en su momento cuestionada, frase de Kohler “El todo es diferente de la suma de las partes” sintetiza lo sostenido por los experimentalistas acerca de que percibimos totalidades y que cada parte pierde el valor que tiene en el contexto y  posiblemente sus cualidades al ser retirada del mismo. No es difícil si pensamos, por ejemplo, que el filamento de una lámpara incandescente perdería sus atributos y su finalidad si es retirado de la misma.  Esta idea de mirar el mundo a través de la óptica de las totalidades, configuraciones complejas o gestalts no es original de la psicología de la gestalt, sino que muchas civilizaciones antiguas veían a la naturaleza como un todo vivo en el que cada elemento estaba relacionado con los demás de una manera decisiva para el todo y para sus componentes. Esto será retomado por Kurt Lewin, quien estudiara las dinámicas presentes entre los componentes de un campo, en su teoría del campo y aplicará estos conceptos originalmente de topoloigía a los grupos humanos. Y posteriormente surgirá la Teoría general de los sistemas que irá un poco más allá y la idea continuará evolucionando al abrigo del paradigma actual del pensamiento complejo que hoy día estas ideas nos permiten manejar conceptos como el de ecosistema, donde un pequeño acto puede alterar dramáticamente un sistema completo (ej. teoría del caos: evento de la mariposa).
En un principio las leyes de la percepción fueron aplicadas mayormente a lo visual, aunque Köhler habla en su libro «psicología de la forma» de las gestalts usando el ejemplo de acordes musicales. La configuración de las percepciones auditivas  por tanto también responde a las mismas leyes y posiblemente sean aplicables a otras vías de percepción. Estas enunciaciones fueron fundamentales para desentrañar el funcionamiento de la psique, partiendo de la base de que la percepción es la vía de adquisición del conocimiento del mundo y por lo tanto determinante en el posterior desenvolvimiento y configuración de la psique. Cómo percibimos sienta las bases y signa definitivamente cómo pensamos, ya que lo primero que se nos presenta es la percepción y el primer desafío es interpretar esa percepción. Para hacer esta interpretación habrá personas que continuamente nos estén explicando qué significa eso que percibimos, organicen para nosotros ese «caos» y lo aclaren, ayudandonos a discriminar, nominándolo, estableciendo jerarquías e interrelaciones entre el mundo conocido y cada nuevo concepto. Definir, jerarquizar y convalidar ó disconfirmar las percepciones tanto las propias (autopercepciones) como las de lo externo es un arduo trabajo que sin duda da cuenta de la relación que vamos estableciendo con el ambiente. Nos enseñan -como dice Castaneda-, una «descripción del mundo» que pasa a ser la interpretación válida de nuestro mundo y sienta las bases de lo que llamaremos «la realidad». Conforme crecemos, las percepciones se convierten en totalidades cada vez más complejas, a las que se incorporan elementos tanto externos como internos, dando lugar al pensamiento de un adulto. Esto contituye -volviendo a Castaneda- el diálogo interno que sostenemos permanentemente con nosotros mismos que describe todo lo que existe para nosotros, incluidos nosotros mismos. El modo único en que cada uno organiza sus percepciones determinará de algún modo cómo organizará de adulto sus pensamientos y por lo tanto su experiencia de la realidad. Por eso este es el punto de partida, porque una percepción caótica implicará caos en las representaciones de lo percibido y en los procesos de pensamiento.
Por ultimo las leyes de la gestalt no actúan de modo independiente, aunque se las enuncie por separado; actúan simultáneamente y se influencian mutuamente creando resultados, en ocasiones difíciles de prever, estas leyes se ajustan también a las variables tiempo y espacio (variables subjetivas) y como sucede con las personas que se entrenan para captar el arte abstracto, son sensibles al aprendizaje.
Max Wertheimer

Max Wertheimer

Las leyes de la percepción fueron enunciadas por los psicólogos de la gestalt, (Max Wertheimer, Wolfgang Köhler y Kurt Koffka); quienes en un laboratorio de psicología experimental observaron que el cerebro humano organiza las percepciones como totalidades (Gestalts) de acuerdo con ciertas leyes a las que denominaron «leyes de la percepción». Estas leyes enuncian principios generales, presentes en cada acto perceptivo demostrando que el cerebro hace la mejor organización posible de los elementos que percibe, y asimismo explican cómo se configura esa «mejor organización posible»  a través de varios principios: Las leyes de la gestalt. Posteriormente estas leyes y la mirada, ya no de una percepción en un momento sino del universo cognoscible como una totalidad, fueron tomadas por diversas disciplinas en ámbitos tan diversos como la comunicación, la arquitectura, la sociología, la psicología social, la ecología, y otras. La, en su momento cuestionada, frase de Kohler “El todo es diferente de la suma de las partes” sintetiza lo sostenido por los experimentalistas acerca de que percibimos totalidades y que cada parte pierde el valor que tiene en el contexto y  posiblemente sus cualidades al ser retirada del mismo. No es difícil si pensamos, por ejemplo, que el filamento de una lámpara incandescente perdería sus atributos y su finalidad si es retirado de la misma.  Esta idea de mirar el mundo a través de la óptica de las totalidades, configuraciones complejas o gestalts no es original de la psicología de la gestalt, sino que muchas civilizaciones antiguas veían a la naturaleza como un todo vivo en el que cada elemento estaba relacionado con los demás de una manera decisiva para el todo y para sus componentes. Esto será retomado por Kurt Lewin, quien estudiara las dinámicas presentes entre los componentes de un campo, en su teoría del campo y aplicará estos conceptos originalmente de topoloigía a los grupos humanos. Y posteriormente surgirá la Teoría general de los sistemas que irá un poco más allá y la idea continuará evolucionando al abrigo del paradigma actual del pensamiento complejo que hoy día estas ideas nos permiten manejar conceptos como el de ecosistema, donde un pequeño acto puede alterar dramáticamente un sistema completo (ej. teoría del caos: evento de la mariposa).

En un principio las leyes de la percepción fueron aplicadas mayormente a lo visual, aunque Köhler habla en su libro «psicología de la forma» de las gestalts usando el ejemplo de acordes musicales. La configuración de las percepciones auditivas  por tanto también responde a las mismas leyes y posiblemente sean aplicables a otras vías de percepción. Estas enunciaciones fueron fundamentales para desentrañar el funcionamiento de la psique, partiendo de la base de que la percepción es la vía de adquisición del conocimiento del mundo y por lo tanto determinante en el posterior desenvolvimiento y configuración de la psique. Cómo percibimos sienta las bases y signa definitivamente cómo pensamos, ya que lo primero que se nos presenta es la percepción y el primer desafío es interpretar esa percepción. Para hacer esta interpretación habrá personas que continuamente nos estén explicando qué significa eso que percibimos, organicen para nosotros ese «caos» y lo aclaren, ayudandonos a discriminar, nominándolo, estableciendo jerarquías e interrelaciones entre el mundo conocido y cada nuevo concepto. Definir, jerarquizar y convalidar ó disconfirmar las percepciones tanto las propias (autopercepciones) como las de lo externo es un arduo trabajo que sin duda da cuenta de la relación que vamos estableciendo con el ambiente. Nos enseñan -como dice Castaneda-, una «descripción del mundo» que pasa a ser la interpretación válida de nuestro mundo y sienta las bases de lo que llamaremos «la realidad». Conforme crecemos, las percepciones se convierten en totalidades cada vez más complejas, a las que se incorporan elementos tanto externos como internos, dando lugar al pensamiento de un adulto. Esto contituye -volviendo a Castaneda- el diálogo interno que sostenemos permanentemente con nosotros mismos que describe todo lo que existe para nosotros, incluidos nosotros mismos. El modo único en que cada uno organiza sus percepciones determinará de algún modo cómo organizará de adulto sus pensamientos y por lo tanto su experiencia de la realidad. Por eso este es el punto de partida, porque una percepción caótica implicará caos en las representaciones de lo percibido y en los procesos de pensamiento.
Por ultimo las leyes de la gestalt no actúan de modo independiente, aunque se las enuncie por separado; actúan simultáneamente y se influencian mutuamente creando resultados, en ocasiones difíciles de prever, estas leyes se ajustan también a las variables tiempo y espacio (variables subjetivas) y como sucede con las personas que se entrenan para captar el arte abstracto, son sensibles al aprendizaje.

Leyes Generales

Ley general de la figura y fondo 03

Ley general de la figura y fondo

Figura: es un elemento que existe en un espacio o “campo” destacándose en su interrelación con otros elementos.
Fondo: Todo aquello que no es figura, es la parte del campo que contiene elementos interrelacionados que sostienen a la figura que por su contraste tienden a desaparecer.
Influencia en lo Psíquico
La percepción se efectúa en forma de «recortes»; percibimos zonas del campo perceptual en las que centramos la atención y a las que llamamos «figura» y zonas circundantes que quedan justamente en un plano de menor jerarquía a la que denominamos «fondo». Este fenómeno tiene que ver con la anatomía del ojo, cuya  retina en su zona central posee  una mayor cantidad de receptores que en la zona periférica lo que ofrece una zona de mayor definición. de la misma forma funciona la conciencia, con un foco al que llamamos «figura». El conjunto figura-fondo constituye una totalidad o gestalt. Esto significa que no existe figura sin un fondo que la sustente (aunque el fondo justamente esté constituido por un espacio vacío. Según el lugar donde posemos la atención pueden emerger diferentes figuras desde lo que antes era fondo. Por ejemplo, en una obra teatral podemos mirar a la primera actriz y hacer figura en toda ella, o en un detalle de su traje, pero también podemos al instante siguiente cambiar a un detalle del decorado que será a nueva figura y la primera actriz pasará a ser parte del fondo. En ocasiones el conjunto está compuesto por estímulos de igual intensidad como es el caso de los perfiles y el cáliz que vemos a la izquierda, y en ocasiones los campos difusos e inestructurados o cambiantes dificultan la posibilidad de aislar y percibir una figura, es decir de diferenciar figura-fondo. Esto muchas veces nos sucede frente a situaciones en las que no podemos hacer figura y aislar un componente porque varios de ellos se nos imponen o ninguno. La percepción de campos inestructurados o difusos  provoca un efecto desestructurante sobre la psiquis, confunde. Como sucede con las obras de arte abstracto, siempre intentamos darle un ordenamiento y una interpretación conforme a la propia experiencia. En esta característica se basan los psicodiagnósticos como el Rorschach.
La percepción subliminal sería la percepción de aquella parte del fondo que nunca llega a hacerse figura, por lo tanto no es susceptible de atención. Sin embargo el fondo sostiene a la figura, por lo tanto los elementos del fondo están presentes en la percepción aunque nunca emerjan como figura.  Esto puede observarse en las ultimas dos láminas, en las que la figura puede ser el quijote o los ancianos, sin embargo hay rostros ocultos en la composición que si no se hacen figura de todos modos serán percibidos subliminalmente.
6Ley general de la buena forma (simplicity) (organización)
Los elementos son organizados en figuras lo más simétricas, regulares y estables que sea posible.
Influencia en lo Psíquico
La ley de la buena forma se basa en la observación de que el cerebro intenta organizar los elementos percibidos de la mejor forma posible, esto incluye el sentido de perspectiva, volumen,  profundidad etc. El cerebro prefiere las formas integradas, completas y estables. Esta ley de alguna manera involucra a otras leyes, ya que el cerebro prefiere también  formas cerradas y /o continuas o simétricas (ley del cierre; ley de la continuidad), con buen contraste (figura- fondo) es decir, definidas.
Esta ley se expresa en un nivel del pensamiento cuando rechazamos algo o alguien inacabado o defectuoso. Hay personas que al ver una casa la imaginan con todas las mejoras que harían y otras solo ven «lo que se ve». Cada uno tiene una tendencia a la búsqueda de buenas formas en lo que percibe,
A veces intentamos definir aquello que no está definido, poner rótulos, y/o encasillar es una forma de intentar dar una forma acabada a algo que no la tiene; porque lo difuso o ambiguo transmite la sensación de es desconocido y esto despierta cierta inquietud y/o malestar al ser percibido como un campo difuso, donde no hay figuras claras. Como ver un plato entero, y verlo roto en pedazos, muchas veces el primer impulso al levantar los trozos  es unirlos para recobrar la percepción del todo, la buena forma. En las figuras de al lado la percepción intenta resolverlas en cosas conocidas como un elefante o unas columnas aunque no lo son. Así en la última figura por ejemplo solo tiene sentido si miramos una parte de la figura, la inferior o la superior, pero cuando intentamos organizarla como un «todo» entonces aparece la dificultad.

Leyes Particulares

completudLey del cierre o de la completud
Las formas cerradas y acabadas son más estables visualmente, lo que hace que tendamos a «cerrar» y a completar con la imaginación  las formas percibidas buscando la mejor organización posible.
Influencia en lo Psíquico
Las formas abiertas o inconclusas provocan incomodidad y existe una tendencia a completar con la imaginación aquello que falta. En esto se basan algunos funcionamientos psíquicos, por ejemplo cuando con algunos indicios saco una conclusión aunque no haya percibido la totalidad de los detalles de la situación. Percibo por ejemplo un triángulo, aunque de hecho no esté allí. La ley de cierre asimismo nos mueve a que, cuando una persona se interrumpe, intentemos concluir su frase. Por ejemplo: «si ahora yo… »      Esta frase deja la sensación de que algo falta y el deseo de saber qué sigue, se trata de la ley de cierre expresada en el ámbito psíquico, a veces cobra la forma del prejuicio (un completamiento imaginario que requiere desinformación). Lo mismo ocurre al oír una melodía que no resuelve. Las formas abiertas invitan a ser cerradas, por eso quedan mucho más presentes los finales abiertos.
ALLPORT y POSTMAN (1947) en su estudio sobre el rumor lo definen como algo inacabado, difuso o ambiguo y el proceso de rumor es un proceso en que se busca según ellos una mejor «gestalt» algo más significativo, más completo coherente y con más significado como respuesta a una situación confusa, y dentro de ese proceso se van ensamblando hipótesis que develen o completen lo que falta.
slide0003_image003Ley del contraste
La posición relativa de los diferentes elementos  incide sobre la atribución de cualidades (como ser el tamaño) de los mismos.
Influencia en lo Psíquico
En el terreno de lo psíquico esta ley de la percepción se utiliza para hacer comparaciones entre diferentes situaciones y contextos. En este sentido aunque los valores absolutos (medidas)  se mantienen, el explorar los valores relativos puede hacer que una situación cobre un valor diferente al modificar lo puntos de referencia. En la terapia sistémica el recurso llamado  «reframing» responde a la ley de contraste. Si por ej. la pérdida del trabajo, se compara con otras situaciones menos importantes, por (perder el tren, olvidar hacer un llamado), entonces cobra una relevancia casi dramática, y si, en cambio, se la compara con situaciones más graves como perder la salud, o perder a un ser querido, entonces no parece tan grave. El concepto de «relativizar»  comparar con situaciones peores, funciona en base a la ley del contraste.
Otro ejemplo podría verse en personas que, teniendo una pobre autovaloración, necesitan rodearse de personas que perciban como  inferiores en algún aspecto para, por contraste, sentirse más importantes.
(En construcción…)

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El Funcionalismo

William James

William James

Conocida también con el nombre de psicología funcionalista, es la escuela que subraya el estudio de la mente como una parte funcional, esencialmente útil, del organismo humano. La actitud funcionalista fue consecuencia lógica de la propagación del darwinismo y su doctrina de la «supervivencia de los más aptos». El funcionalismo psicológico insistía en la importancia de técnicas como los tests de inteligencia, y las experiencias controladas para medir la capacidad de los animales para aprender y resolver problemas. Este tipo de investigación representaba una clara ruptura con los métodos introspectivos utilizados por los primeros psicólogos del siglo XIX.

Entre los representantes más destacados de esta corriente se cuentan los filósofos William James (que enseñó formalmente la doctrina funcionalista) y John Dewey.

William James, el primer psicólogo nacido en Estados Unidos. En su juventud, había estudiado química, fisiología, anatomía, biología y medicina, para, posteriormente, en 1872, aceptar una oferta para enseñar fisiología en Harvard. En este lugar leyó filosofía en sus ratos libres, encontrando un nexo entre ella y la fisiología. Ambas disciplinas parecían convergir en la psicología.

En 1875, James empezó a impartir clases de psicología en Harvard (más tarde

John Dewey

John Dewey

confesó que la primera conferencia que oyó sobre el tema fue la que él dictó). Una parte de su laboratorio lo destino a los experimentos psicológicos. Comenzando a trabajar además en un libro, el The Principles of Psychology, que se publicó en 1890.

Al preparar sus clases y su libro, James estudió los escritos estructuralistas a fondo y consideró que había un error en el enfoque de Wundt y de Titchener, llegando a al conclusión de que los átomos de la experiencia (las sensaciones puras sin asociaciones) simplemente no existían. Nuestra mente teje sin cesar asociaciones, revisa experiencias, comienza, se detiene, pasa de una cosa a otra en el tiempo. James opinaba que la conciencia es un fluir continuo. Las percepciones y asociaciones, las sensaciones y emociones, no pueden separarse. Cuando observamos un plátano, vemos un plátano y no un objeto largo y amarillo.

Sin dejar de concentrarse en la experiencia común, James emprendió el estudio de los hábitos. No tenemos que pensar en la manera de levantarnos por la mañana, de vestirnos, de abrir la puerta o de caminar por ella. James sostuvo que, cuando repetimos algo varias veces, el sistema nervioso cambia de modo que, cuando la siguiente vez realizamos la misma acción, ésta se nos facilita.

Éste era el nexo que le hacía falta. Por ser un biólogo, creyó firmemente que toda actividad (desde el latido cardiaco hasta la percepción de un objeto) es funcional. Si no fuéramos capaces de reconocer un plátano, tendríamos que pensar qué es cada vez que lo viéramos. Así pues, las asociaciones mentales no permiten aprovechar la experiencia previa.

Con esta intuición, James llegó a la formulación de una teoría funcionalista de la vida mental y del comportamiento. Esa perspectiva no sólo se ocupa del aprendizaje y la sensación o percepción, sino sobre todo de cómo un organismo se sirve del aprendizaje o de sus capacidades preceptúales para vivir en su ambiente. James defendió asimismo el valor de la introspección subjetiva (sin adiestramiento e insistió en que la psicología debería centrarse en las experiencias comunes de la vida real.

En 1894 uno de sus alumnos, James R. Angell, fue nombrado jefe del nuevo departamento de psicología de la Universidad de Chicago. John Dewey, que había estudiado psicología estructuralista en la Johns Hopkins, se convirtió en profesor de filosofía en Chicago ese mismo año. Juntos hicieron de Chicago el centro de la escuela funcionalista. Ambos fueron los primeros en aplicar ese enfoque a la educación.

Entre 1890 y 1910, el funcionalismo fue el movimiento más importante en la psicología académica anglosajona y, básicamente, el precursor del conductismo. El funcionalismo no ha continuado como una doctrina psicológica independiente: sus puntos de vista han sido incorporados a la corriente general del pensamiento psicológico contemporáneo, sobre todo a la psicología aplicada y, en concreto, a la medida de la inteligencia y las aptitudes básicas.

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